La planificación, entendida
como sistematización previa a la intervención, es consustancial al proceso de
formación. Si entendemos la formación como la actividad dirigida a conseguir
unos determinados objetivos, no podemos concebirla sin una mínima
sistematización que permita ordenar los procesos y actividades a realizar. El
cambio espontáneo siempre se dará queramos o no y, por ello, no puede ser
objeto de intervención. Nuestras energías se han de dirigir a un cambio
planificado que nos permita orientar las acciones en la dirección formativa que
deseamos. Solo desde esta perspectiva tiene sentido hablar de organizar
procesos formativos y de estructurar esquemas de trabajo que permitan orientar
su realización. Ahora bien, podemos estructurar la realidad de una manera muy
general, utilizando esquemas que caractericen los grandes pasos a realizar, o bien
hacerlo de una manera muy operativa, concretando al máximo las secuencias y
actividades a realizar. También podemos tratar de establecer el curso de acción
con mucha anticipación, planificaciones a largo plazo, o hacerlo en momentos
cercanos a la acción o previos a la intervención inmediata. Surgen así diversas
maneras de entender y aplicar los procesos de planificación: desde una manera
muy estructurada y centrada en la acotación de las partes a considerar a
procedimientos que ponen énfasis en los procesos de participación o
proporcionan pautas de sistematización indicativas.
Hablamos así de enfoques de
planificación y, al respecto, identificamos, de acuerdo con los enfoques
paradigmáticos habitualmente considerados, los tecnocráticos y los culturales y
sociocríticos El esquema tradicionalmente utilizado ha sido el que consideraba
una secuencia de acción lineal, donde se apreciaban momentos como los
relacionados con la detección de necesidades, elaboración de programas (con sus
objetivos, actuaciones, recursos, responsables, temporización y otros
elementos), su desarrollo y evaluación. Este planteamiento, que identificamos
como tecnológico, sigue siendo válido como instrumento para desarrollar
procesos formativos de acuerdo a políticas establecidas previamente. No
obstante, su utilización exclusiva puede olvidar las posibilidades que ofrecen
enfoques que enfatizan en la participación como instrumento de formación y
cambio o la reflexión sobre la práctica como método de mejora permanente. Las
nuevas visiones sobre el funcionamiento de las organizaciones y los procesos de
cambio enfatizan en la importancia de la persona como factor estratégico a la
vez que evidencian la importancia de posibilitar procesos que logren cambios
efectivos y que dejen una capacidad instalada en las organizaciones. La
planificación a realizar en los nuevos planteamientos trata así de servir tanto
a la ordenación de realidades como a los procesos de participación, de
desarrollo profesional y de innovación institucional. El presente crédito nos
aproxima a varias formas de concebir la planificación y su desarrollo, debiendo
entender que ninguna de ellas se puede decir, de antemano, que sea la mejor. La
más adecuada dependerá de la filosofía y objetivos que pretenda una
organización y del rol que en ella desarrolle la formación. No obstante, se
presenta un modelo que puede ser integrador de las diferentes posibilidades que
conoceremos.
1.- LA PLANIFICACIÓN DESDE
UN ENFOQUE TECNOCRÁTICO Este enfoque ha estado presente en la actividad formativa
desde los inicios de su institucionalización y aún es el más utilizado
actualmente. El proceso de racionalidad se orienta aquí a la concreción de
pautas secuenciales, más o menos definidas, que ha de seguir la planificación.
a) Modelo sumativo Este modelo
sencillo nace de la suma de los planes específicos realizados por cada órgano y
servicio de la institución. Su única conexión consiste en formar parte física
de un mismo proyecto escrito. Su confección es fácil y tan sólo exige partir de
un esquema que recoja los ámbitos organizativos susceptibles de planificación.
b) Modelo global La
necesidad de atender las relaciones que ineludiblemente se dan entre los
diferentes órganos hace insuficiente el contar con planes específicos aislados
y exige de planteamientos más generales.
c) Modelo combinado Si bien,
en este caso, se determinan los objetivos que afectan a todos los órganos y
personas de la organización, y que a veces tienen su expresión en planes
globales de ámbito restringido, también se permite la incorporación a los
planes específicos de objetivos propios de la actividad que realizan los
diferentes órganos y servicios
Los enfoques culturales dan
importancia a los procesos, procurando mediante mejoras en la comunicación y
participación que los implicados se identifiquen y hagan suyo el proceso de
cambio. La planificación en este caso es muy general, no se encuentra acotada
como en los planteamientos tecnológicos y conforma una unidad con los procesos
de actuación y evaluación. Sirve, en todo caso, como medio y excusa para
intercambiar puntos de vista, compartir criterios y participar en la
elaboración de propuestas. La perspectiva socio-crítica enfatiza en la
naturaleza política de las instituciones, considerándolas como estructuras de
poder, y en su capacidad para promover y transformar la realidad.
3. Un Modelo para planificar
la calidad de la formación Para resolver la cuestión de la calidad de todo un
sistema formativo se propone un modelo planificador orientado a mejorar los
modelos planificadores tradicionales. Básicamente se propone complementar el
sistema tradicional con aspectos aportados por la gestión de la calidad.
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