sábado, 21 de marzo de 2015

3.- LA ORGANIZACIÓN ESCOLAR DESDE LOS PARADIGMAS DE LA SIMPLICIDAD Y LA COMPLEJIDAD

Al individuo (integrante y partícipe fundamental de las organizaciones) hay que entenderlo como un ser complejo, sus múltiples relaciones están dadas de tal forma que invitan a resignificar una postura del concepto en torno a la condición humana (Correa 2000), y ésta es entendida como una unidad compleja de ser, pensar y hacer, en sus múltiples interacciones dialécticas y dialógicas, articuladas a un contexto que debe concebirse y operar como un sistema. Y como todo sistema en el proceso de conocer la realidad compleja, su punto de partida es indefinido, y atraviesa en su aprendizaje un espacio que no está predeterminado, y así, a partir de la indeterminación de su búsqueda por comprender la riqueza de un aprendizaje complejo, el individuo se lanza en una búsqueda sin fin, para llegar a entender los tejidos que componen este universo inmensamente incomprensible y de múltiples lazos. Así, el sujeto da comienzo a esta búsqueda de la complejidad de su existencia, partiendo desde un inicio indefinido para llegar a una meta indefinida, donde cada acción lleva en su andar la riqueza de la búsqueda y la comprensión de lo nuevo.
Pero el azar, ricamente indeterminado, pone a este individuo en interrelación con las fuerzas aleatorias de otros sistemas sociales, que en un espacio, también indeterminado, se encuentran, ya sea para destruirlo o para dejarlo mutilado en el camino del aprendizaje; así, unos siguen su búsqueda de la comprensión de la realidad, permitiéndole, a partir del entendimiento complejo, tener un acercamiento hacia la naturaleza desde su propia cosmovisión, mientras que otros caen por el abismo de la simplicidad, conformándose con ver a los fantasmas complejos de la realidad, sin entenderlos; y algunos caen destruidos por estos sistemas que implacablemente los absorben.
Pero la aparente lucha de un sistema vivo con otro está señalada por el equilibrio y el desorden. La destrucción de uno es el enriquecimiento del otro y, por ende, la evolución del mismo. La desaparición de uno se resuelve en la integración en el otro. Las fronteras de uno y de otro desaparecen en la borrosidad de sus límites, no hay claridad de límite. De esa forma, los sistemas vivientes se auto-eco-organizan constantemente, permitiendo así su revitalización en la integración de los mismos. La flujocidad permanente de sus relaciones permite explicar lo difuso de sus límites.
Esta ecología con que los sistemas ricamente complejos evolucionan permite al sistema entregarse y desarrollarse implícitamente en el dar y el recibir en el acto mismo de integrarse en la transformación; así, el dar es el recibir para uno. Y para el otro, al recibir, está implícitamente dando. Es una interacción permanente de destrucción-construcción recíproca de los sistemas, de apertura y clausura constantes.
Pero el individuo se manifiesta en la organización, en la sociedad, y su individualidad se socializa en la relación con los otros individuos que componen la conciencia social. Así, la sociedad adquiere de esa forma, su propia visión organizativa mediante las individualidades en constante organización y socialización. La sociedad necesita al individuo y el individuo necesita la socialización para su autoorganización, ambos se requieren recíprocamente, uno no puede vivir sin el otro. El individuo no desaparece en la sociedad, ni la sociedad aparece sin el individuo. La interrelación de ambos permite el autodesarrollo de la totalidad, mediante la vivencia relacional de sus partes.
De esta forma, entender al individuo complejo en este proceso de aprendizaje significa abordarlo integralmente, como un ser bio-sico-social con múltiples interrelaciones inabarcables. No es un ser reducido a partes ni estudiado segmentadamente por especialidades. No es un ser ahistórico. No se parcela su vivir en asignaturas, el ser se construye y desconstruye al mismo tiempo, vemos que cada ser tiene una multiplicidad de identidades, una multiplicidad de personalidades en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan su vida, una historia particular y un vivir global, es decir, que todo indica que no solamente la sociedad y las organizaciones son complejas, sino también cada átomo del mundo humano (Morín 2001).
Claramente lo señala Edgar Morín, y para ratificar lo anterior toma como ejemplo al hombre: “El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un ser evidentemente cultural, metabiológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero a esas dos realidades, la realidad biológica y la realidad cultural, el paradigma de simplificación nos obliga ya sea a desunirlas, ya sea a reducir la más compleja a la menos compleja. Vamos entonces a estudiar al hombre biológico en el departamento de biología, como ser anatómico, fisiológico, etc., y vamos a estudiar al hombre cultural en los departamentos de ciencias humanas y estudiar al espíritu como función o realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe sin el otro; más aún, que uno es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados como términos y conceptos diferentes” (Morín 2001: 89).

Así, al abordar las organizaciones complejas, no podemos olvidar que éstas están conformadas por individuos complejos en permanente construcción. Organizaciones de individuos, individuos en organizaciones.

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