Al
individuo (integrante y partícipe fundamental de las organizaciones) hay que
entenderlo como un ser complejo, sus múltiples relaciones están dadas de tal
forma que invitan a resignificar una postura del concepto en torno a la
condición humana (Correa 2000),
y ésta es entendida como una unidad compleja de ser, pensar y hacer, en sus
múltiples interacciones dialécticas y dialógicas, articuladas a un contexto que
debe concebirse y operar como un sistema. Y como todo sistema en el proceso de
conocer la realidad compleja, su punto de partida es indefinido, y atraviesa en
su aprendizaje un espacio que no está predeterminado, y así, a partir de la
indeterminación de su búsqueda por comprender la riqueza de un aprendizaje
complejo, el individuo se lanza en una búsqueda sin fin, para llegar a entender
los tejidos que componen este universo inmensamente incomprensible y de
múltiples lazos. Así, el sujeto da comienzo a esta búsqueda de la complejidad
de su existencia, partiendo desde un inicio indefinido para llegar a una meta
indefinida, donde cada acción lleva en su andar la riqueza de la búsqueda y la
comprensión de lo nuevo.
Pero
el azar, ricamente indeterminado, pone a este individuo en interrelación con
las fuerzas aleatorias de otros sistemas sociales, que en un espacio, también
indeterminado, se encuentran, ya sea para destruirlo o para dejarlo mutilado en
el camino del aprendizaje; así, unos siguen su búsqueda de la comprensión de la
realidad, permitiéndole, a partir del entendimiento complejo, tener un
acercamiento hacia la naturaleza desde su propia cosmovisión, mientras que
otros caen por el abismo de la simplicidad, conformándose con ver a los
fantasmas complejos de la realidad, sin entenderlos; y algunos caen destruidos
por estos sistemas que implacablemente los absorben.
Pero
la aparente lucha de un sistema vivo con otro está señalada por el equilibrio y
el desorden. La destrucción de uno es el enriquecimiento del otro y, por ende,
la evolución del mismo. La desaparición de uno se resuelve en la integración en
el otro. Las fronteras de uno y de otro desaparecen en la borrosidad de sus
límites, no hay claridad de límite. De esa forma, los sistemas vivientes se
auto-eco-organizan constantemente, permitiendo así su revitalización en la
integración de los mismos. La flujocidad permanente de sus relaciones permite
explicar lo difuso de sus límites.
Esta
ecología con que los sistemas ricamente complejos evolucionan permite al
sistema entregarse y desarrollarse implícitamente en el dar y el recibir en el
acto mismo de integrarse en la transformación; así, el dar es el recibir para
uno. Y para el otro, al recibir, está implícitamente dando. Es una interacción
permanente de destrucción-construcción recíproca de los sistemas, de apertura y
clausura constantes.
Pero
el individuo se manifiesta en la organización, en la sociedad, y su
individualidad se socializa en la relación con los otros individuos que
componen la conciencia social. Así, la sociedad adquiere de esa forma, su
propia visión organizativa mediante las individualidades en constante
organización y socialización. La sociedad necesita al individuo y el individuo
necesita la socialización para su autoorganización, ambos se requieren
recíprocamente, uno no puede vivir sin el otro. El individuo no desaparece en
la sociedad, ni la sociedad aparece sin el individuo. La interrelación de ambos
permite el autodesarrollo de la totalidad, mediante la vivencia relacional de
sus partes.
De
esta forma, entender al individuo complejo en este proceso de aprendizaje
significa abordarlo integralmente, como un ser bio-sico-social con múltiples
interrelaciones inabarcables. No es un ser reducido a partes ni estudiado
segmentadamente por especialidades. No es un ser ahistórico. No se parcela su
vivir en asignaturas, el ser se construye y desconstruye al mismo tiempo, vemos
que cada ser tiene una multiplicidad de identidades, una multiplicidad de
personalidades en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan su
vida, una historia particular y un vivir global, es decir, que todo indica que no
solamente la sociedad y las organizaciones son complejas, sino también cada
átomo del mundo humano (Morín 2001).
Claramente
lo señala Edgar Morín, y para ratificar lo anterior toma como ejemplo al
hombre: “El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un
ser evidentemente cultural, metabiológico y que vive en un universo de
lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero a esas dos realidades, la realidad
biológica y la realidad cultural, el paradigma de simplificación nos obliga ya
sea a desunirlas, ya sea a reducir la más compleja a la menos compleja. Vamos
entonces a estudiar al hombre biológico en el departamento de biología, como
ser anatómico, fisiológico, etc., y vamos a estudiar al hombre cultural en los
departamentos de ciencias humanas y estudiar al espíritu como función o
realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe sin el otro; más aún, que uno
es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados como términos y conceptos
diferentes” (Morín 2001: 89).
Así,
al abordar las organizaciones complejas, no podemos olvidar que éstas están
conformadas por individuos complejos en permanente construcción. Organizaciones
de individuos, individuos en organizaciones.
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