Sin generalizar podemos
decir que en la función evaluativa de las instituciones, subyacen lógicas que
distorsionan la transparencia y normatividad de las evaluaciones. La
metaevaluación nos debe ayudar, a través de un esfuerzo de reflexión
contextualizada, a visualizar dichas lógicas y a buscar formas más honestas,
justas y eficientes de evaluación que nos ayuden a impedir su distorsión en las
manos sucias de la corrupción, los ojos excluyentes de la discriminación y los
pies de plomo de la ineficiencia. La metaevaluación como una autorreflexión
crítica, contextualizada e interdisciplinaria; la metaevaluación supone la
posibilidad de ir más allá de la evaluación para recoger los aportes que desde
diferentes disciplinas se hacen para problematizarla. Ello nos ayudará a una
conciencia más aguda de los elementos invisibles y contradictorios que
contienen los discursos y prácticas evaluativas de nuestras instituciones. El
valor cada vez más significativo del diálogo con diferentes saberes nos lo ha
sido subrayado por Drucker (1993) en su visión prospectiva de la sociedad.
Según este autor, lo que definirá a la persona instruida en la nueva sociedad
del saber, más centrada en el conocimiento, será "la capacidad de
comprender los saberes" que provienen de fuentes pluridisciplinarias así
como de otras fuentes. En esa línea de diálogo entre saberes podemos
identificar algunas posturas como la de Sthenhouse (1984), quien haciendo suyo
el planteamiento de Hastings afirma que, disciplinas como la antropología,
historia, economía y sociología han de contribuir mucho a comprender la
evaluación educativa. En un sentido similar autores como Díaz, A. (1993c :23)
proponen ciertos énfasis para el acercamiento a la evaluación: "En esta
perspectiva lo que se pretende destacar es la necesidad de una teoría de la
evaluación que reconozca de manera explícita sus fuentes conceptuales y se
estructure como un campo de conocimiento, desde las perspectivas de las
ciencias sociales y humanas". Uno de los esfuerzos más representativos de
un estilo rico y amplio de reflexión pluridisciplinaria sobre un aspecto de la
evaluación es el compilado por Díaz, A. (1993b) en su libro: "El examen:
textos para su historia y debate". En su primer capítulo se recogen
acercamientos de diversos autores sobre la génesis y evolución histórica del
examen, para lo cual se rescatan, entre otros, los aportes de Foucalt y
Durkheim. En un segundo capítulo, Díaz logra agrupar a otros autores para el
debate sobre el examen desde diversas disciplinas: sociología, psicología,
economía y filosofía. El tercer capítulo de esta antología está dedicado a un
debate en relación con el examen desde la pedagogía. Díaz exige para la
formación actual de especialistas en evaluación, una preparación que vaya más
allá del dominio de determinados instrumentos estadísticos, permitiendo así el
acceso a una verdadera cultura pedagógica abierta al diálogo entre saberes.
Como bien lo afirma este autor (1993b: 8): "en la historia de la escuela y
el examen existen múltiples abordajes críticos a esta cuestión. Estos abordajes
se han efectuado desde muy diversas disciplinas, pero en general son
desconocidas". Los enfoques desde la comunicación y la lingüística
aplicada, análisis de discursos, así como los que provienen de la creciente
investigación etnográfica, nos resultan verdaderos insumos para la perspectiva
metaevaluativa que estamos proponiendo. La metaevaluación como la
autorreflexión crítica, contextualizada e interdisciplinaria sobre nuestros
discursos y prácticas evaluativas. La metaevaluación como ejercicio crítico,
debe permitir la construcción de espacios y lenguajes que permitan grados cada
vez más conscientes sobre nuestros discursos y prácticas evaluativas. Este reto
es el que rescatamos de Ferrer (1994) cuando demanda que debemos
"explicitar al máximo los intereses, creencias, experiencias previas,
prejuicios sobre la evaluación". A su vez, Díaz M. (1996b:178), puntualiza
una tríada sustancial para nuestra definición: ''Toda teoría de la evaluación
debiera proveerse de una perspectiva sobre los contextos, discursos y prácticas
que evalúa". Uno de los aspectos donde la metaevaluación puede ayudarnos a
explicitar y problematizar creencias e intereses es en relación a la
sobrecargada influencia de la medición en los discursos y prácticas
evaluativas. Son diversos los autores que han cuestionado esta hegemonía. Para
Díaz A. (1993a ), "la teoría de la medición es tomada como referente único
y sostén del discurso evaluativo"; de allí que "es necesario
replantear el problema de la evaluación escolar, de suerte que las alternativas
que se ofrezcan al mismo no se reduzcan al estudio y al análisis de los
instrumentos de evaluación". Esta tendencia de sustentar la evaluación
desde las teorías de la medición ha cumplido la función de legitimarla como una
actividad científica y técnica, basada en una pretendida neutralidad y
objetividad. Por otro lado, como fruto de una reacción a la evaluación centrada
en la medición de los objetivos, surgió la llamada "evaluación
iluminativa", de corte socio-antropológico, como la desarrollada por
MacDonald y Parlett. Ellos argumentaban, en el texto citado por Lawton (1989 ),
que "los métodos tradicionales de evaluación han prestado muy poca
atención al proceso educativo global en un medio particular y demasiada
atención a los cambios de comportamiento que son susceptibles de medida".
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