De forma general, podemos decir que el término evaluación
es una palabra elástica que tiene usos diferentes y que puede aplicarse a una
gama muy variada de actividades humanas. Considerada la evaluación en su
acepción más amplia, nos encontramos con definiciones como la de la Real
Academia Española: evaluar es “señalar el valor de una cosa”. Para el
Diccionario del Español Actual, evaluar significa “valorar (determinar el valor
de alguien o de algo)”. Y, en cuanto al término evaluativo/va, en el diccionario
mencionado se distingue “un uso evaluativo y un uso descriptor”, en el empleo
del término. En el uso evaluativo hay un juicio de valor . Como una primera
aproximación a la precisión conceptual del término, podemos decir que la
palabra evaluación designa el conjunto de actividades que sirven para dar un
juicio, hacer una valoración, medir “algo” (objeto, situación, proceso) de
acuerdo con determinados criterios de valor con que se emite dicho juicio. En
la vida cotidiana permanentemente estamos valorando sobre todo cuando
ponderamos las acciones y decisiones que tomamos. Son formas de evaluación
informal, las que no necesariamente se basan en una información suficiente y
adecuada, ni pretenden ser objetivas y válidas. Pero cuando queremos evaluar
servicios o actividades profesionales no basta la evaluación informal. Debemos
recurrir a formas de evaluación sistemática que, utilizando un procedimiento
científico, tienen garantía de validez y fiabilidad.
Es una forma de investigación social aplicada… En cuanto
investigación social, la evaluación consiste en aplicar el método científico al
conocimiento de un aspecto de la realidad. Y en cuanto investigación aplicada,
se trata de aplicar el método científico para valorar la aplicación de
estrategias. En el aspecto cognitivo para medir la adquisición de conocimientos
o de estrategias de acción de cara a lograr determinados propósitos. Dicho en
otras palabras: no es un conocer para actuar (como es la investigación
aplicada), sino un conocer para mejorar las formas de actuar. Sistemática,
planificada y dirigida… Porque utiliza procedimientos basados en los
requerimientos y exigencias del método científico. Se trata de estudiar de
manera consciente, organizada y con una intencionalidad expresa un aspecto de
la realidad. Este estudio no consiste en un conjunto de recetas, sino en
establecer una estrategia dentro de un proceso que tiene una clara
direccionalidad y para cuya consecución se establecen por anticipado los cursos
de acción más racionales. Encaminada a identificar, obtener y proporcionar de
manera válida y fiable… La evaluación es el proceso de enjuiciar algo, y para
ello es necesario conocer primero ese objeto a evaluar. De ahí, que el proceso
de evaluación implique y conlleve tareas de identificación de información (qué
se va a evaluar), de obtención de dicha información (mediante técnicas de
investigación social) y de difusión de la misma a los actores sociales
interesados o a los responsables que han solicitado el estudio evaluativo. Pero
esta tarea de recogida y sistematización de datos no puede hacerse de cualquier
forma. Es necesario que los procedimientos utilizados cumplan ciertos
requisitos de fiabilidad y validez, a fin de que los resultados de la
evaluación sean justificables y lo más objetivos y precisos posible. Datos e
información suficiente y relevante en que apoyar un juicio… Evaluar es siempre
“señalar el valor de una cosa”, o lo que es lo mismo, es emitir un juicio de
valor. No se trata de ponderar o enjuiciar algo con criterios subjetivos, de
ahí que los resultados y juicios o valoraciones realizadas deban apoyarse en
datos e información pertinente. La pertinencia de dicha información viene dada
por su relevancia, es decir, por la relación que guarda con las decisiones a
las que pretende servir la evaluación. Y por su suficiencia, esto es: la
información no debe ser ni excesiva (estudiar hechos innecesarios o poco
significativos) ni insuficiente (lo que impediría establecer un juicio
adecuadamente fundamentado). Acerca del mérito y el valor… Puede haber un
programa meritorio sin valor, si bien toda actividad que tenga un valor debe
ser –además meritoria- con la evaluación de un programa se pretende establecer
y juzgar tanto el mérito como el valor del mismo. De los diferentes componentes
de un programa (tanto en la fase de diagnóstico, programación o ejecución)…
Hacemos esta aclaración porque muchas veces se identifica la tarea de evaluar
con una acción a posteriori de algo ocurrido. Nada más falso. La evaluación de
programas sociales puede realizarse tanto en el diagnóstico (la evaluación de
necesidades, por ejemplo, o la jerarquización de problemas), como en la fase de
programación (es el caso de las evaluaciones ex-ante o evaluaciones del diseño y
en la ejecución (evaluación en curso, continua, etc.). Además, la evaluación
también puede hacerse una vez que el programa o el proyecto han finalizado
(evaluación de impacto). Por lo tanto, si bien la evaluación, como fase de la
estructura básica de procedimiento, ocupa un lugar posterior a la programación
y ejecución en la mayoría de las ocasiones, se trata de un elemento a
considerar en las distintas etapas, siempre que haya que realizar un juicio o
valor de algún aspecto o componente del programa a ejecutar, apoyado en
información recogida sistemáticamente. O de un conjunto de actividades
específicas que se realizan, han realizado o realizarán, con el propósito de
producir efectos y resultados concretos… No es imprescindible la existencia de
un programa o de un proyecto para realizar la evaluación. La existencia de un
conjunto de actividades específicas que se organizan para lograr un fin
determinado, son suficientes para la acción de evaluar. Por lo tanto, para
realizar una evaluación sistemática no existen requisitos respecto a la
complejidad y organicidad de las acciones, basta con que éstas se realicen
persiguiendo un objetivo concreto especificado de antemano. Dicho en otras
palabras, toda aquella actuación encaminada a lograr ciertos efectos o producir
unos resultados es susceptible de evaluarse de manera sistemática. Cuando
decimos “producir efectos y resultados concretos”, tenemos en cuenta una doble
dimensión en esos propósitos: o Por una parte, valorar el logro de los
objetivos propuestos en un programa, servicio o actividad; o Por otro lado,
valorar asimismo, en qué medida se satisfacen las necesidades de los usuarios,
beneficiarios o destinatarios del programa, servicio o actividad. De lo
anterior se deriva el sentido de utilidad que debe tener la evaluación y la
íntima relación que debe darse entre la evaluación y la práctica administrativa
y las necesidades de los usuarios o destinatarios. Una investigación evaluativa
no tiene sentido, si no es para mejorar la prestación de un servicio o la
efectividad y eficacia de la administración de un programa. Comprobando la
extensión y el grado en que dichos logros se han dado… Es decir, con el proceso
de evaluación se pretende dar cuenta sobre la forma o manera en que algo se ha
llevado a cabo, y el grado en que dichas acciones han producido efectos o
resultados concretos. Cuando hablamos de “grado”, estamos haciendo referencia
tanto a la extensión, cuantificación o magnitud de un efecto o consecuencia
como a su profundidad. Ya se trate de evaluar una acción, un recurso o
servicio, un resultado o lo que fuere. De forma tal, que sirva de base o guía
para una toma de decisiones racional e inteligente entre cursos de acción… La
investigación evaluativa sólo tiene sentido si está encaminada a la toma de
decisiones. En efecto, una evaluación que sólo sirva para ser archivada en una
biblioteca o para decir que se ha evaluado algo, carece de sentido y no es
justificable desde el punto de vista técnico e inclusive ético. La necesidad de
la evaluación viene dada porque permite una retroalimentación acerca de lo que
se está haciendo y los errores que se cometen o han cometido, a fin de que se
puedan ir subsanando, mejorando o evitando en sucesivas ocasiones. Asimismo,
sirve para proporcionar información objetiva que pueda fundamentar las
decisiones de los responsables de un programa o proyecto, haciendo que
disminuyan las posibilidades de fracaso del mismo. Tampoco debemos olvidar que,
en ese sentido, la evaluación es un instrumento útil para mejorar las políticas
y las intervenciones sociales, haciéndolas más eficaces y eficientes, más
idóneas y pertinentes. No es que no se puedan tomar decisiones sin evaluación
previa. Lo que estamos señalando es que si lo que se pretende es una toma de
decisiones racional e inteligente, la evaluación se torna imprescindible. Ella
permitirá elegir la alternativa de acción más conveniente, corregir una estrategia
de acción o modificar actividades previstas, en función de los cambios que se
den y de los resultados que se quieren obtener. Para solucionar problemas y
promover el conocimiento y la comprensión de los factores asociados al éxito o
al fracaso de sus resultados. La evaluación no es un fin en sí mismo, sino un
instrumento al servicio de unos objetivos que están relacionados con algunos
aspectos o elementos de una intervención social. Al hablar de evaluación de
programas y servicios, entendemos que las decisiones que se toman como
resultado de una investigación evaluativa deben ir orientadas a la mejor
solución posible de los problemas y las necesidades. Además, el proceso de
evaluación debe dar cuenta de los factores que han contribuido al éxito o fracaso
de una acción. Sólo de esta forma se podrán corregir errores, se podrá aprender
de otras experiencias, y, en definitiva, se podrá mejorar la acción social.
Esto es lo que da un carácter de instrumentalizar a la evaluación.
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