Las dimensiones de la gestión cobran importancia ante la
necesidad de definir, delimitar y conceptualizar los ámbitos de competencia de
esta disciplina en el complejo fenómeno social de la educación formal.
Creo que para
abordar alguna dimensión, es necesario resaltar que las fronteras no están tan
marcadas sino que se interrelacionan, ya que los espacios tanto macroeducativos
o áulicos son entidades, comunicadas con el exterior y por ende comparten la
totalidad como parte estructural de un sistema.
De ahí que el
propósito de este comentario sea analizar el escenario de la gestión pedagógica
reconociendo, como es obvio, los distintos elementos que intervienen en este
ámbito, pero sobre todo planteando que toda gestión ya sea educativa, escolar o
pedagógica debe atravesar el espacio de lo educativo. Si no lo hace ésta se
tornaría una tarea infértil y estéril para la propia gestión.
A pesar de que en las instituciones educativas se generan
problemáticas que afectan la vida cotidiana de los sujetos que se mueven en
dicho escenario y que se podrían volver retos para el cambio, son pocos los
directivos y colectivo docente preparados y dispuestos para éste, pues entre
quienes se interesan en la innovación quizá la sobrecarga de tareas
administrativas y burocráticas, así como el aislamiento de los esfuerzos, los
conduzcan a una rutinización de las prácticas pedagógicas y escolares,
desplazando la actitud crítica base de una práctica innovadora.
A pesar de que
existe un interés por generar procesos, definidos menos por la prescripción y
más por acciones dirigidas a la comprensión y la reflexión por parte de los
sujetos ante un mundo globalizado y cambiante, nos enfrentamos a distintas formas
de resistencia tanto en docentes como en directivos.
Paradójicamente surge, de manera imperiosa, la idea de las escuelas
autogestionadas y de una profesión docente que se regule a sí misma con menos
dependencia de la burocracia externa, donde dicha autorregulación del sistema
escolar cobre fuerza y vigencia. En ese contexto, se intenta construir un
profesionalismo docente y directivo con una práctica autorreflexiva, una
insistencia en el trabajo en equipo a partir de una capacitación y profesionalización
permanente.
Aunado a lo
anterior, el fenómeno político-económico de la globalización ha generado una
difusión masiva de la tecnología de la información junto con el mayor acceso
global a las ideas; las políticas multiculturales, los nuevos estilos de
liderazgo; los cambios rápidos, complejos y multilineales en las fuerzas del
trabajo que han transformado grandemente las relaciones productivas y por ende
las opciones ocupacionales.
Por lo
anterior y si partiésemos del supuesto de que la docencia es una profesión
compleja, igualmente complejo sería entonces concebir la tarea de un colectivo
cuya gestión se centra en la transformación hacia la mejora desde la propia
estructura real del contexto educativo.
Ante este escenario considero que los cambios en el
espacio escolar podrán generarse a través de la participación social, motivada
por el trabajo de los docentes y directores. Pero estos cambios conducen a
nuevos compromisos y responsabilidades a otros sectores sociales. Ya que si
bien la responsabilidad inicial de la tarea se atribuye a los docentes y
directores, al poder ellos ejercer una mayor acción para actuar sobre el
contexto escolar en su conjunto, lo anterior no excluye a otros actores como el
Estado, la sociedad civil, la comunidad escolar y los particulares, de nuevas
responsabilidades en el escenario educativo tanto regional como nacional.
Sin embargo,
lo anterior no se da de manera automática pues se requiere crear una estructura
que permita el trabajo colegiado desde una racionalidad estratégica y
comunicativa, así como formas de evaluación del trabajo colegiado, la rendición
de cuentas y al mismo tiempo, en cada centro educativo, una dinámica dialógica
que construya la innovación desde las situaciones cara a cara, que ofrezca soluciones
a problemáticas concretas que afecten al colectivo escolar.
Estos procesos
se pueden dar efectivamente a partir de una gestión interna en las escuelas
misma que a su vez sería de enorme importancia para entender la calidad de los
resultados que en cada una se construyen, con la participación de todos; esto
se constituiría en formas de aprendizajes implícitas en la gestión.
En el trabajo
colegiado es importante también observar el alcance educativo que tiene la
labor de un grupo de docentes cuando llega a conformarse como un auténtico
equipo de trabajo. Los momentos de intercambio colegiado, son un soporte del
esfuerzo por trabajar en equipo y construir las bases de conocimiento así como
las acciones y disposiciones diarias que definirán las estrategias a futuro,
esto es, construir desde el trabajo cotidiano la escuela que se quiere.
Se requiere,
por otra parte, hacer frente a los problemas fundamentales del espacio
educativo, ser claros y prácticos, promover el entendimiento, la conciencia y
la acción comunicativa en las propuestas requeridas de naturaleza tanto
individual como colectiva. Es importante señalar que, tanto el trabajo en
equipo como el esfuerzo individual se conjugan y se potencian en el desarrollo
de los docentes, ya que el trabajo en equipo y el individualismo no son
incompatibles; pueden y deben armonizar entre ellos, si se pretende mejorar las
escuelas.
De acuerdo con
una propuesta de gestión basada en un modelo participativo, tanto los grupos de
docentes y directores, deben procurar derribar los muros del aislamiento entre
ellos, promover y respetar, al mismo tiempo, el desarrollo individual propio y
de los demás. Esto representa el reto más para la gestión escolar.
Elevar la calidad educativa, es una tarea que desde la
década de los años ochentas invadió los discursos educativos, en este proceso
discursivo ha transitado de una calidad centrada en cifras como matrícula,
deserción, reprobación, eficiencia terminal, número de alumnos por profesor,
etc., a una calidad centrada en el proceso, esto es, no sólo en el dato
estadístico sino en el aspecto de las situaciones vivenciales de la acción
educativa: las relaciones maestro alumno, los procesos de adquisición del
aprendizaje, la aplicación de los aprendizajes en situaciones concretas,
etcétera. La calidad, por tanto, no solo implica exigencias eficientistas; sino
valoración de procesos, medios y métodos idóneos, pertinentes y factibles para
lograr la causa eficiente, esto es, la calidad exige no solo eficiencia sino eficacia.
Este aspecto
de la calidad contextual y situacional, entendida desde el proceso, se ha
venido realizando de manera colegiada entre los actores del escenario
educativo: autoridades, docentes, padres de familia y miembros de la comunidad,
mediante diversas estrategias.
Una de ellas,
que resulta fuente orientadora de las acciones educativas y que permitiría no
solo transformar la práctica del personal directivo y docente sino detectar
problemáticas y proponer soluciones de acuerdo a la cultura del contexto, es la
operativización de los Consejos Técnicos; los cuales se tendrán que convertir,
de acuerdo con esta idea, en espacios de transformación, y concebirse desde un
enfoque socio-político-educativo muy diferente a las primeras conceptualizaciones
que de él se tenían.
Actualmente,
se le concibe como estrategia que requiere la escuela o institución educativa
para adquirir conciencia de su función, visión y misión dentro de la sociedad.
Históricamente, los profesores de educación básica los vieron como reuniones
administrativas o irrelevantes propias para la convivencia sin un motivo
específico; sin embargo, esta idea poco a poco se ha ido erradicando de la
mentalidad de los maestros, hasta convertirla en el espacio físico y temporal
con el que cuenta la escuela o la institución educativa para el análisis y
reflexión que permita evaluar, actualizar y resolver conflictos propios del
proceso educativo y del contexto particular, lo cual permitiría evaluar y
mejorar la institución en su conjunto para buscar o consolidar la calidad de la
misma.
Se ha dicho
que el espacio del Consejo Técnico, debe ser un espacio abierto, horizontal,
colegiado, donde se den la autocrítica, el diálogo, el consenso, la
participación, el ejercicio de la libre expresión de las ideas y el respeto. En
otras palabras, la acción comunicativa como condición para la democracia. Sin
embargo, creo que, lograr esto constituye uno de los grandes retos de la
gestión, es precisamente en esta tarea, y en otras más, en donde vemos que las
fronteras de sus dimensiones se conjugan y entrelazan.
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