Adentrarnos en el análisis
de la relación evaluación e investigación nos obliga a examinar
conceptualizaciones alternativas de evaluación. Stufflebeam y Shinkfield (1995)
establecen tres grupos amplios de tipos de evaluación: Pseudoevaluaciones,
Cuasievaluaciones y verdaderas evaluaciones. Las pseudoevaluaciones incluyen,
en primer, lugar las evaluaciones políticamente orientadas (o encubiertas), que
son dirigidas o utilizadas subrepticiamente para provocar un punto de vista
determinado, positivo o negativo, sobre un objeto, independientemente de la
valoración objetiva de su valor o mérito.
La intención de este tipo de
evaluación es conseguir asistencia para obtener, mantener o incrementar una esfera
de influencia, poder o dinero. Los problemas que plantea son los que interesan
al cliente, quien quiere que la información sea tan sólida técnicamente como
sea posible, pero también que se le garantice la posibilidad de controlar su
divulgación para crear una falsa imagen del valor de un objeto, programa o
proyecto. Otro tipo de pseudoevaluaciones son los estudios basados en las
relaciones públicas, planificados, realizados y utilizados para satisfacer
propósitos que tengan que ver con las relaciones públicas. Buscan información
que pueda ser de ayuda para asegurar el apoyo del público. Los métodos que se
usan más frecuentemente en este tipo de estudios son las inspecciones, las
pruebas y la utilización de “asesores expertos”. “La principal característica
de la utilización de métodos dudosos por parte de este tipo de evaluadores es
su propensión a crear una buena imagen del objeto de evaluación”. (Stufflebean
y Shinkfield, 1995).
Los estudios
cuasievaluativos “aparecen especificados porque existe la evidencia de que a
veces pueden ser utilizados para enjuiciar el valor o el mérito de un objeto,
mientras que en otros casos su alcance es demasiado estrecho o solo tangencial
a las cuestiones del mérito y el valor. Que la información obtenida sea
suficiente para apoyar un juicio sobre el valor de algo es, definitivamente,
una cuestión secundaria. Los estudios cuasievaluativos poseen otros usos muy
legítimos aparte de su relación con la evaluación”. (Stufflebean y Shinkfield,
1995: 71).
Pertenecen a este tipo de
estudios los basados en objetivos que según el autor mencionado han sido,
quizá, la principal fuerza que ha impulsado el movimiento para sistematizar el
trabajo evaluativo y los estudios basados en la experimentación los cuales
incluyen cuestiones y metodologías a veces relacionadas, pero a veces no, con
el juicio de valores. La principal ventaja de los estudios experimentales en el
trabajo evaluativo es que proporcionan métodos sólidos para la determinación de
relaciones causales relativamente inequívocas entre el programa y los
resultados. Los problemas que plantea, no obstante, consisten en que el método,
a menudo, no resulta factible a la hora de señalar los límites de la
especificidad y proporciona una información mucho más restringida de la que es
necesaria para evaluar programas de educación, salud y bienestar. Además, los
estudios experimentales tienden a proporcionar una información final que no
resulta útil para el proceso de desarrollo. Por último aparecen las denominadas
verdaderas evaluaciones, basadas en cuestiones de valor y mérito. El método
concreto de la evaluación es la investigación evaluativa, donde las
herramientas de la investigación social se ponen al servicio del ideal
consistente en hacer más preciso y objetivo el proceso de juzgar. En su forma
de investigación, la evaluación establece criterios claros y específicos que
garanticen el éxito del proceso, reúne sistemáticamente información, pruebas y
testimonios de una muestra representativa de las audiencias que conforman el
programa u objeto para evaluar, traduce dicha información a expresiones
valorativas y las compara con los criterios inicialmente establecidos y
finalmente saca conclusiones. Suchman (1967) delineó claramente las diferencias
existentes entre los objetivos y las facultades investigativas de la
evaluación, oponiéndolas a las de la investigación básica o pura, las cuales
hacen referencia a una “compleja mezcla de distintos valores, propósitos y
recursos”.
La investigación evaluativa
contiene una amplia serie de variables sobre las que el evaluador tiene muy
poco o ningún control y sus resultados son poco generalizables, pues son
aplicables al programa que está siendo evaluado y a sus ramificaciones
contextuales. Existen también semejanzas importantes entre la evaluación
(investigación evaluativa) y otras clases de investigación. Como otras
investigaciones, la evaluación trata de descubrir, de comprender las relaciones
entre las variables y establecer la relación causal. Los evaluadores utilizan
toda gama de métodos de investigación para recabar información: entrevistas,
cuestionarios, tests de conocimientos y destrezas, inventarios de actitudes,
observación, análisis del contenido de documentos, registros y expedientes y
exámenes de las evidencias físicas, entre otros. Los evaluadores ingeniosos
suelen encontrar las maneras mas convenientes de explorar una amplia gama de
efectos. La clase de esquema que se utilice para reunir los datos, dependerá de
la clase de información que se necesita para dar respuestas a las preguntas
específicas que plantea la evaluación.
Un texto realmente interesante que nos invita a la reflexión acerca de la evaluación que implementamos como docentes y que abre camino a esa larga ruta para llegar a una metaevaluacion de nuestros alumnos
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